La sexualidad es una dimensión fundamental del ser humano basada en el sexo; que puede incluir al placer, erotismo, el vínculo afectivo y la reproductividad. Es claro que las personas con discapacidad viven su sexualidad; influenciadas por su educación y entorno respecto a los valores y los comportamientos que se esperan de ellas. Así, se enamoran, sienten placer y tienen el deseo de trascender.
Sin embargo, la realidad es que en el colectivo de las personas con discapacidad, el sexo generalmente es tabú. El miedo, la desinformación, la falta de educación y de reconocimiento son alguna de las causales.
Además, hay muchos prejuicios asociados a la sexualidad en personas con discapacidad: que no tienen sexualidad, o que si se habla de ella pueden ser personas peligrosas porque sus deseos están exacerbados. Sucede que con las personas con discapacidad, como todo grupo que hace evidente una diferencia en relación al patrón esperado y aceptado, se terminan enfrentando a un estigma.
Si a la sociedad en general, ya le cuesta entender que una persona con discapacidad intelectual tiene deseos sexuales, y a la ecuación le sumamos la cuestión LGTBQI+, los muros de la incomprensión se engrosan todavía más.

